En «El camino», tercera de sus novelas, Miguel Delibes encuentra su voz y estilo narrativos según confesión propia.
La infancia vuelve a ser protagonista en este relato delibeano. El pueblo cántabro de Molledo Portolín, lugar en el que pasó su propia infancia y origen de su familia paterna, le sirve de inspiración.
Daniel, el Mochuelo, la noche anterior a su partida a la ciudad para estudiar, evoca sus once años en el pueblo que le vio nacer y en el que transcurrió su infancia junto a sus inseparables amigos, Roque, el Moñigo, y Germán, el Tiñoso. Las andanzas de estos tres niños, cuya amistad es también truncada por la muerte de uno de ellos como ocurría en «La sombra del ciprés es alargada», llenan las páginas de este bello relato, en el que se conjugan la ternura, un sutil lirismo y un delicado humor con la profunda comunión y sintonía de los personajes con el entorno y la naturaleza.
El estilo narrativo de Delibes, fresco y directo, cobra categoría magistral en esta obra.